EN DEFENSA DE LA VIDA

No pasaron unos minutos, desde el anuncio de presidente del gobierno, Mariano Rajoy, de mantener la ley del aborto, sin cambiarla como prometió, para que a través de la cuenta de twitter manifestaramos con claridad nuestra oposición a esta decisión.

La defensa de la vida no debería plantear problema alguno, y menos clasificar a los seres humanos en función de la edad o la discapacidad, haciendo una selección, según los hábitos de la sociedad del momento, de los que son aptos y merecen vivir y los que no. Y peor aún, que esta decisión ni siquiera tenga que ver con un proyecto, con una visión, con una propuesta, sino meramente con un contaje o previsión de votos. No hay un planteamiento de valores para una sociedad, sino de rédito político.

Debemos pensar qué sociedad queremos, si la propuesta es la de selección, de descarte, nos empezaran a sobrar niños, ancianos, jóvenes, mujeres u hombres, todos aquellos que según qué mediciones no aporten y sean gravosos.

Por otra parte hay que ser claros en defender la vida de la madre y del niño ¿ Podríamos también llegar al acuerdo de decidir interrumpir el tiempo en una incubadora, en una UCI, en una residencia de ancianos, en centros de acogida, en salvamento de pateras...? ¿Cuántos de nosotros no daríamos ese perfil intelectual exigible para nacer? Parece que de alguna manera volvemos a retroceder en el tiempo ¿por qué pararnos en la edad, las medidas antropométricas, el sexo...y el pensamiento, la religión, la raza?

Porque lo que parece esconder todo esto es un problema de economía y de descarte. Empecemos también por crear políticas de empleo adecuadas, atención a las madres, atencíón a la vivienda. Es un contrasentido una sociedad cada vez más envejecida y que se enroque en no ayudar ni asistir a las familias, a las personas con menos recursos, a las madres que pueden estar soportando problemas profundos.

La Iglesia no está representada por ningún partido político, nuestro único tesoro es Cristo, y dejarnos seducir por cantos de sirena no nos llevan a camino alguno. Es la cruz, y no el individualismo, la que nos acerca a los demás, la que nos hace compartir y comprender, en definitiva amar.